De esa casa recuerdo el estudio de mi papi con la biblioteca en la que habían los libros para nosotros, entre ellos el maravilloso “Tesoro de la Juventud”, las novelas francesas de mi mami, que con mi hermana Sheyla leímos sin tener permiso y los enormes libros científicos de mi papá, en los cuales escondíamos nuestros tesoros infantiles.
Estudié artes con la intención de ser una pintora seria, para adultos y mi amor por la pintura venía desde siempre. Aprendí a dibujar en segundo curso durante las clases de matemáticas, cuyo resultado inmediato fueron unas horrendas vacaciones llenas de números y un examen en el que tenía que sacar veinte o perder el año en mi materia no favorita. En artes llegué a hacer una exposición individual que tuvo mucho éxito, cuando fui secuestrada por unos títeres que cambiaron mi vida para siempre. Para ellos escribí obras, preparé montajes, canté y me disfracé de muñeca durante un tiempo. Luego, siguiendo los nuevos caminos que me trazaba la vida me dediqué a una serie de oficios y tareas relacionadas con los niños y las niñas, en todas las cuales aprendí y disfruté mucho.
He publicado 54 libros, de los cuales 44 son de literatura infantil y juvenil; novelas y libros de cuentos para todas las edades, desde canciones de cuna que escribí para mi nieta Manuela y cuya música hice en una grabadora, hasta fantasía épica.
Después de que escribo una novela, escribo siempre algo para niños pequeños, por varias razones. Porque la tentación de quedarme en el grupo de los grandes es enorme, porque me encanta escribir para los más chiquitos y porque entre mis mayores gustos está leer en voz alta cuentos para ellos. Ser parte de ese mundo en el que todo es posible, convertirme en monstruo o en dragón, mirar sus ojos brillantes y escuchar sus risas.